Se exponen 63 piezas que heredó su hijo, marchante de arte. Foto Fundación Canal.

> 17 mayo – 28 agosto 2019
> Fundación Canal
> Madrid

La Fundación Canal cumple la mayoría de edad con una muestra de grabados del genial fauvista, en la que el dibujo es el protagonista.

El propio Henri Mat i sse (Le Cateau-Cambrésis 1869-1954 Niza) quizá se llevaría una buena sorpresa si viera el partido que se le ha sacado, tras su muerte, a su obra gráfica. Conocido por protagonizar el movimiento fauvista (del francés, fieras) por el uso desgarrador que hacían del color él y otros creadores como Derain, Dufy o De Vlaminck, ahora nos interesamos por su también prolífica actividad como grabador. Recuperamos ese interés con motivo de la exposición número 80 que organiza la Fundación Canal, que coincide, además, con la mayoría de edad de esta institución, con su 18 cumpleaños. Curiosamente también hasta el 18 de agosto, su sala acoge 63 obras -todas ellas en blanco y negro menos dos- realizadas durante su larga carrera con muy diferentes técnicas. Podemos asegurar que se convirtió en un experto que tan pronto hacía xilografías como utilizaba la punta seca, el aguafuerte, el monotipo, la litografía o la linografía…

El director de exposiciones de esta institución, Cristian Ruiz Orfi la, nos reconoce que a través de este tipo de obra, el artista está reivindicando que tan expresivo puede resultar con la amplia paleta de colores como reduciéndola al mínimo. Y no le falta razón. “De hecho, lo realmente espectacular es cómo Matisse, una vez tras otra, consigue captar sus sujetos y sus temas de la manera más fresca, decidida y sorprendente”, añade. Un artista tan versátil como Matisse, que tan pronto diseñaba unas vidrieras como un mural, busca aquí el contacto directo con el público a través de obras de menor formato y en las que destaca la sencillez del trazo. El dibujo que hay en el proceso se convierte en el protagonista.

En el recorrido por la muestra encontramos muy distintas series de un tipo de representación concreta o de una pose específica, de una única modelo. Todo ello también nos ayuda a entender la génesis de este tipo de producciones en el taller de Matisse. Al parecer, a la hora de llevar a cabo estos trabajos, el autor de ‘La danza’ exploraba muy diferentes técnicas, a veces con la ayuda de impresores, otras veces en solitario. “Además de convertir los dibujos en múltiples, el trabajo de impresión suponía un desafío per se, que a su vez daba pie a nuevas ideas y ofrecía innovadoras posibilidades. Los grabados brindaron a Matisse una manera de compartir con el público su manera de mirar, proceso perceptivo gracias al cual transformaba y sintetizaba la realidad observada. Mientras sus cuadros y esculturas se exponían en importantes museos de Estados Unidos y otros países, sus grabados desnudaban la singularidad de su mirada para contemplación íntima del coleccionista”, explica el comisario de la exposición, Jay McKean Fisher.

 Comercializar el trabajo

Este experto del Museo de Arte de Baltimore se hace la siguiente pregunta: ¿Qué motivó a Matisse a ejercer el grabado? “El pintor francés escribió con elocuentes palabras y demostró, tanto impartiendo clase como en el ejemplo de su propio arte, cuán importante es para un artista expresarse y crear en formatos múltiples: pintura, escultura, dibujo”. Según él, parece obvio, que consideraba el grabado como una suerte de prolongación del dibujo.

Cabe recordar que otros artistas como Picasso o Miró -y no digamos después de Warhol en su ‘Factory’- también emplearon estas técnicas para poder llegar a un público más amplio, precisamente por su capacidad de realizar distintas series de una misma obra. “Gracias a una hábil colaboración con los grabadores, Matisse aprendió a comercializar su trabajo con mano experta; según crecía el entusiasmo por sus obras en Estados Unidos y Europa, fue produciendo cada vez más estampas y libros ilustrados”, reconoce el comisario. Así, encontramos obra gráfica fechada entre 1900 y 1954, el año de su muerte. Sin embargo, McKean encuentra que: “Comparados con los cambios revolucionarios que se dan en la pintura de Matisse durante estos años, sus grabados podrían considerarse obras accesorias, un ejercicio creativo relajante, menos riguroso e incluso de cariz conservador”. •••