Matthias Kredler, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid
Experto propone destinar el 2% del PIB
a cuidados a la dependencia frente al 0,8% actual
El economista Matthias Kredler, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, considera necesario elevar del 0,8 actual al 2% del PIB las ayudas a la dependencia en España para atender las necesidades futuras de nuestros ancianos. Así lo ha puesto de manifiesto en el debate online que ha organizado la Fundación Ramón Areces sobre ‘Dependencia y envejecimiento tras la pandemia de la covid-19’. Kredler ha comparado el peso de las ayudas a la dependencia de España (que representan el 0,8% del PIB) con el de Países Bajos (4%), Suecia (3,2%), Dinamarca (2,5%), Bélgica (2,2%) o Francia (1,7%). Nuestra situación se asemeja a la de Italia (con un 0,7%). “En España, se suele hablar del papel que asume la familia en los cuidados de los mayores y de que no vamos a necesitar las necesidades de otros países del norte de Europa. Primero suele ser el hombre el que necesita cuidados y es su mujer, normalmente más joven y con mejor estado de salud, quien se los presta”, ha expresado. A juicio de este experto, es recomendable aumentar la partida presupuestaria en cuidados a la dependencia. “Igual no llegaremos a las necesidades de Países Bajos, que destina el 4% del PIB a este fin, pero en nuestro caso el 2% va a ser totalmente necesario. Hay que pensarlo y articular soluciones ya”, ha urgido Kredler.
Entre las soluciones aportadas, ha hablado de la posibilidad de ofrecer subsidio o ayuda a familiares que desempeñan el rol de cuidadores “ya que los mayores aseguran que quieren estar en su hogar el máximo tiempo posible y estas soluciones beneficiarían a todos”. Para este doctor en economía por la Universidad de Nueva York, “la gran tarea pendiente en España es reducir la lista de espera para acceder a las ayudas a la dependencia, algo en lo que sí podemos aprender de los países de nuestro entorno”.
Este experto en ayudas a la dependencia y en la economía ligada al envejecimiento es partidario de que a los mayores se les pueda ofrecer “un menú de opciones” porque “cada uno sabe lo que le viene mejor en cada caso según su situación, si prefiere recibir una ayuda formal o informal, si quiere ser atendido en su propia casa o en una residencia…”
En este debate organizado en la Fundación Ramón Areces también ha participado Laura Crespo, responsable de la Unidad de la Encuesta Financiera de las Familias en la Dirección de Economía y Estadística del Banco de España. Ambos han coincidido en la necesidad de contar con más datos y estudios para poder valorar la situación y anticiparse a las necesidades de la población. “Hay un problema estructural de inversión del sistema público de cuidados de larga duración, pero también es cierto que no hay información disponible a nivel individual para poder evaluarlo después de casi 15 años de existencia. No sabemos si esos cuidados o prestaciones cubren las necesidades de quienes los reciben, si se ajustan a sus preferencias, si alivian a sus familiares o cuidadores… Tampoco sabemos mucho sobre la calidad de estos cuidados… Para saber hacia qué modelo queremos evolucionar tenemos que realizar una evaluación formal del sistema público que arrancó en 2006, tanto a nivel macro como individual”, ha asegurado Crespo.
Sí se ha referido a estudios “muy robustos” de otros países según los cuales se observa un gradiente socioeconómico importante (medido por nivel de renta o nivel educativo) en el estado de salud y el envejecimiento de la población: “Los individuos de nivel educativo superior no solo viven más, sino que pasan menos años con peor salud. Así que viven más y mejor. Esto es así tanto en hombres como en mujeres. Las diferencias son notables. Por ejemplo, en la Europa del Este, está contrastado que el segmento de la población con más esperanza de vida a los 50 años, el de mujeres con un nivel educativo superior, tienen una esperanza de vida de hasta nueve años más que el segmento de los hombres de menor nivel educativo. Estas diferencias en países escandinavos y mediterráneos se reducen a cuatro años, mientras que en Estados Unidos suele haber una diferencia de unos seis años y medio entre estos dos grupos”.
También se ha referido esta experta a la necesidad de valorar la situación y poder hacer predicciones de las necesidades o cuidados que necesitarán nuestros mayores de aquí a unos años. “Hay que cuantificar y analizar y hacer predicciones sobre el estado de salud con el que van a llegar a edades avanzadas la generación del ‘baby boom’ para valorar el impacto sobre el sistema sanitario teniendo en cuenta que ya no va a haber tantos cuidadores informales y me refiero a las hijas, que suelen asumir ese papel. Hay que empezar a pensar que quizá esas hijas no van a estar disponibles para atender a sus mayores. Se trata de tendencias que ya podemos proyectar y predecir para años venideros. Necesitamos datos administrativos combinados con datos de encuestas para conocer su situación familiar, económica…”, ha recalcado Crespo.
Por su parte, Daniel Santín, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, que ha ejercido de moderador del debate, ha asegurado que “la pandemia derivada de la covid-19 ha puesto de manifiesto las necesidades que existen alrededor del problema del envejecimiento y la dependencia”. Santín también ha recordado como la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido esta década como prioritaria “para impulsar acciones a todos los niveles para mejorar la vida de las personas mayores y de sus familias”. •••
El debate puede volver a verse en: www.youtube.com/FundacionAreces