Piet Mondrian en su estudio 1934
‘Mondrian y la música’, la segunda exposición digital de la fundación, busca explorar una de las facetas menos conocidas del artista Piet Mondrian
La Fundación Juan March publicó el jueves 29 de julio en su página web una nueva exposición digital que, con el título ‘Mondrian y la música’, profundiza en la música que escuchaba el artista holandés Piet Mondrian (1872-1944), en la de sus amigos músicos, en la de los compositores en quienes influyó, y en su teoría musical.
Esta exposición, comisariada por José Luis Maire, bibliotecario de música de la Fundación Juan March, por Inés Vallejo, jefa de proyecto expositivo, y por Manuel Fontán del Junco, director de Exposiciones y Museos, es la tercera que dedica la institución al pintor holandés.
La primera fue ‘Mondrian. Óleos, acuarelas y dibujos’, la primera monográfica celebrada en España, en 1982. La segunda ‒y primera digital de la institución‒, ‘El caso Mondrian’, rescató del archivo de la institución las voces de artistas que le conocieron ‒como Max Bill o Harry Holtzman‒, y exploró su interés por otras artes, su relación con España, su influencia en otros creadores y cómo su radical pureza artística ha sido engullida por el consumo de masas.
Esta tercera exposición, ‘Mondrian y la música’, que estará disponible en la página de la fundación durante un año, invita a adentrarse en su pasión por la música, un interés fundamental tanto para su vida personal como para su creación artística, pero apenas atendido hasta el momento.
Mondrian era un entusiasta del jazz, y la mayor parte de su colección de discos estaba dedicada a este género y a los bailes modernos. Afincado primero en París y luego en Nueva York, el gramófono sonaba constantemente en su estudio, donde pintaba acompañado de la música de Duke Ellington, Bix Beiderbecke o Paul Whiteman.
En los años veinte, Mondrian se apuntó a clases de bailes de salón, y solía acudir a los cafés parisinos, donde se le podía encontrar bailando con un estilo muy particular, que producía un extraño contraste con su aspecto austero. A su llegada a Estados Unidos quiso conocer los estilos musicales en boga en el momento y se interesó especialmente por el boogie-woogie, que escuchó por primera vez por sugerencia de su amigo Harry Holtzman en su primera o segunda noche en Nueva York.
La estructura musical de este género le sirvió de modelo directo para su pintura, como muestra su famosa Broadway Boogie-woogie. De todo ello da cuenta la primera parte de la muestra, “En el estudio de Piet Mondrian: músicas escuchadas y bailadas”.
La segunda sección, “Al oído de Mondrian: teósofos, ruidistas italianos y amigos, compositores e intérpretes” relata la adhesión de Mondrian a la Sociedad Teosófica en 1909 y su relación con compositores como el teósofo Jakob van Domselaer o el holandés Daniël Ruyneman, que influyeron notablemente en su teoría estética y en su concepción del ritmo visual. Aborda también su amistad con una de las principales pianistas del dadaísmo, Nelly van Moorsel, a la que conoció en París en los años veinte.
A lo largo del siglo XX, el pintor influyó igualmente en otros muchos compositores, como Thelonious Monk, que comparaba su búsqueda de la precisión en cada pulsación con la del pintor al disponer las líneas y colores sobre el lienzo. También en Morton Feldman, Louis Andriessen, Iannis Xenakis o Karel Goeyvaerts, y, más recientemente, en algunos artistas como Sándor Vály que han realizado piezas estrechamente ligadas a su pintura. En esas influencias se centra la tercera sección de la exposición, “Piet Mondrian resuena en…”.
Además, el pintor desarrolló su propia teoría musical, como demuestra la colección de citas de la última sección de la exposición, “Mondrian: sobre el sonido, la música y los músicos”, que contiene referencias bibliográficas y discográficas para el investigador. •••