Béla Lugosi y Helen Chandler

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Caixaforum Madrid redescubre la influencia del personaje ansioso de sangre en el arte, sobre todo en el cine

 

Del ilustrador Gustav Doré al actor James Dean. Del artista pop Andy Warhol al cineasta Francis Ford Coppola. De Francisco de Goya a la saga ‘Crepúsculo’… Todos ellos tienen en común la fascinación por la figura, siempre enigmática, del vampiro. “Los nosferatus (o no muertos) salen de su ataúd o de su cripta cuando ya se ha puesto el sol con el fin de escudriñar a los humanos, mezclarse con ellos, hipnotizarlos, morderlos, chuparles la sangre y convertirlos en vampiros a su vez”. Así los describe Matthieu Orléan, comisario de la exposición que organiza la Fundación La Caixa en su centro Caixaforum de Madrid hasta el 7 de junio con el lema ‘Vampiros. La evolución del mito’.

Para rastrear en los orígenes de este siniestro personaje habría que remontarse a las supersticiones de la Antigua Grecia y de los escritos árabes. En la Edad Media, cobró fuerza el mito del vampiro en Europa Central, como protagonista de leyendas ambientadas en los cementerios de los países destrozados por las guerras y las epidemias. Más adelante, en el siglo XIX, encontró gracias al Romanticismo un caldo de cultivo especial, de la mano entre otros de Lord Byron, por esa fascinación hacia lo tenebroso, los escenarios en ruinas, los castillos encantados… Y esa atracción por el personaje no solo llegó a la literatura, con obras cumbre como ‘Drácula’ de Bram Stoker (1897). Poco después pasó a la gran pantalla, donde tantos nombres han hecho su especial interpretación del mito: Dreyer, Browning, Tourneur, Polanski, Herzog, Coppola, Burton, Bigelow y Weerasethakul. Los hemos tenido en versión masculina y femenina, capaces de convertirse en animales como el murciélago o el lobo. La libertad a la hora de representarlos también ha primado entre estos artistas.

En el recorrido por la exposición de Caixaforum Madrid también nos apercibimos de que Drácula se ha colado en todas las culturas, que ha sucumbido a producciones -de serie B muchas, también otras taquilleras- de todas partes: Hollywood, Europa, México, Filipinas, Nigeria, Hong Kong… Nos damos cuenta de que estamos, pues, ante un icono o fenómeno global.

“Aunque resulte paradójico, Drácula está ligado al ciclo de la vida: encarna su lado sombrío, pero simboliza una necesidad insaciable de fertilizar. Obsesionados por la idea de reproducirse, los vampiros llevan a cabo una contaminación compulsiva, de una fecundidad paroxística,”, escribe el comisario en el catálogo de la muestra. Y justo esos mordiscos en el cuello sustituyen al coito como su particular técnica para perpetuar su especie. “¿Y qué es el arte sino la posibilidad reafirmada de la inmortalidad? De la misma manera que el artista o el cineasta, Drácula vive en una perpetua transcendencia que es al mismo tiempo su prisión y su angustia, lo que contagia la atmósfera de toda la película”, subraya el comisario.

En ese recorrido por la muestra encontramos cómo el vampiro va acomodándose a la estética o personalidad de cada artista, según le conviene. Es distinguido cuando lo encarna Christopher Lee en el Londres ‘hippie’ de la versión de Drácula de Alan Gibson (1972) y también en la piel de Brad Pitt y Tom Cruise, en su caso en ‘Entrevista con el vampiro’ (1994) de Neil Jordan. O también en manos de David Bowie y Catherine Deneuve, en la cinta ‘El ansia’ (1983) de Tony Scott. Aunque el cine ejerza en esta exposición de eje narrativo que va recorriendo todas las salas, también hay múltiples referencias artísticas más allá de la literatura y el séptimo arte. Tal es el caso de los collages surrealistas de Max Ernst, de algunos de los grabados incluidos en la serie Los Caprichos de Goya, de pinturas del artista contemporáneo Wes Lang o de la reinterpretación de Andy Warhol en ‘The Kiss’ de la icónica imagen del Drácula del terrorífico Bela Lugosi.

La muestra se articula en diferentes estancias que permiten pasar de los vampiros históricos a los vampiros políticos (que también los ha habido y los sigue habiendo), para llegar después a los poéticos, a los eróticos y a los pop. En la actualidad, según los responsables de la muestra, “los vampiros se han introducido de lleno en la cultura pop: están presentes en Halloween y en los juegos de rol y aparecen en cuanto los adolescentes sienten el deseo de transgredir prohibiciones. La televisión, las novelas gráficas, los mangas y los cómics en general, así como los videojuegos han actuado como catalizadores para crear al vampiro del siglo XXI: un ser sobrenatural que se permite ser divertido, y a veces sencillamente normal”. •••