Las opiniones y conductas de los europeos se han mantenido estables desde 2010, lo que sorprende dada la intensa promoción de la implicación medioambiental por parte de instituciones y medios de comunicación

Dinamarca, Finlandia y Suecia son los países europeos con poblaciones más informadas e implicadas en cuestiones medioambientales; es decir, con una cultura ecológica más desarrollada. En los últimos puestos del ranking de la cultura ecológica europea se sitúan los países meridionales y los del este de Europa. En el estudio La cultura ecológica de los europeos: percepciones, actitudes y comportamientos, editado y presentado hoy por Funcas, Juan Carlos Rodríguez (Analistas Socio-Políticos) indaga en cuánto y cómo participa la población europea en la discusión pública sobre esos temas, prestando especial atención a la evolución de sus opiniones y comportamientos en la última década. Para ello utiliza principalmente los resultados de los Eurobarómetros sobre el medio ambiente y la energía realizados entre 2010 y 2020.

En el ranking de cultura ecológica, tras los países nórdicos se sitúan los centroeuropeos – Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Luxemburgo y Países Bajos-, seguidos de los anglosajones -Reino Unido e Irlanda-. Cierran la lista los países del sur –España, Chipre, Grecia, Italia, Malta y Portugal- y los del este -Bulgaria, Chequia, Grecia, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia y Rumanía-. El nivel educativo medio de la sociedad y, sobre todo, la renta per cápita y el nivel de capital social contribuyen a explicar las diferencias de cultura ecológica entre países.

El informe plantea la posibilidad de que los ciudadanos de los países más ricos estén más dispuestos a adoptar medidas de protección medioambiental y de reducción de gases de efecto invernadero, mientras que en los países menos ricos esa disposición es mucho menos clara. En estos abunda la opinión de que esas medidas pueden suponer aumentos de costes difícilmente asumibles.

En el caso de los españoles, su cultura ecológica se situaría en un nivel intermedio en la Unión Europea, lo que significa niveles de información y de conocimientos e implicación en conductas medioambientales medio-bajos. Además, los problemas medioambientales ocupan un lugar secundario frente a otros grandes problemas del mundo, de Europa o de España.

Los europeos, por término medio, tienden a creer que empresas, gobiernos, la UE y la ciudadanía misma no hacen lo suficiente por proteger el medio ambiente. Ahora bien, como individuos podrían implicarse más mediante lo que suelen considerarse comportamientos medioambientalmente adecuados. Por ejemplo, preguntados por una serie de conductas medioambientales, casi todas cotidianas, la media de conductas que adoptan es baja (3,9 sobre 12). El reciclaje de residuos es la única conducta que afirma llevar a cabo más del 50% de entrevistados europeos. Llama particularmente la atención, además, la gran estabilidad de estos comportamientos en cada país durante la última década.

Los europeos atribuyen mucha o bastante importancia a la protección ambiental, pero no más que hace diez años, lo que apunta a una estabilidad del nivel de inquietud sobre el medio ambiente. En el marco de otros problemas, esta cuestión adquiere una dimensión secundaria, especialmente cuando se contrapone a cuestiones relacionadas con el bienestar material (situación económica, desempleo, pobreza, impuestos, etc.). Por lo que respecta al cambio climático, la importancia atribuida a este fenómeno como desafío global se sitúa por debajo de las menciones a la pobreza y el hambre.

Tampoco el “respeto por el planeta” sobresale entre los valores más importantes para los europeos, que lo mencionan en una proporción significativamente menor que la de otros valores como la paz, los derechos humanos o el respeto a la vida humana.

Los problemas medioambientales concretos que más preocupan a los europeos son el creciente volumen de residuos, el cambio climático y la contaminación atmosférica. En cuanto a la calidad del aire, aunque es casi seguro que ha mejorado en las últimas dos décadas, la opinión media se sitúa entre la percepción de que las cosas no han cambiado y la de que han ido a peor.

Por otra parte, se observa un amplio acuerdo con los tres grandes objetivos de la política energética de la UE a medio y largo plazo, si bien en las encuestas están presentados sin consideración de costes: la promoción de las renovables, de la eficiencia energética y de la neutralidad en emisiones de gases de efecto invernadero. •••