La AEF valora la donación de la Fundación Amancio Ortega para adquirir e implementar diez aceleradores de protones en el Sistema Nacional de Salud en España

La Asociación Española de Fundaciones (AEF) valora muy positivamente la donación de la Fundación Amancio Ortega para adquirir e implementar diez aceleradores de protones en Andalucía, Canarias, Cataluña, Galicia, Madrid, Comunidad Valenciana y País Vasco de acuerdo con el plan elaborado por el Ministerio de Sanidad para el establecimiento de la protonterapia en el Sistema Nacional de Salud en España.

La AEF advierte que las críticas arbitrarias a las donaciones, como la realizada por la Fundación Amancio Ortega a la sanidad pública, sólo consiguen debilitar la ya frágil sociedad civil que existe en nuestro país comparada con la de las democracias más antiguas y pretenden reducir el papel y el espacio de la sociedad civil, esencial en toda democracia, limitándolo al ejercicio del derecho de voto.

Como afirma Javier Nadal, presidente de la Asociación Española de Fundaciones, “las críticas arbitrarias a la filantropía ponen en entredicho y perjudican a un sector formado por 9.200 de fundaciones que constituyen el 0,8% del PIB español, generan un gasto de 8.499 millones de euros, atienden a 43 millones de beneficiarios y en el que trabajan 267.000 personas. Un sector que se vuelca todos los días por el bien común para mejorar la situación de los más vulnerables, tan golpeados por la pandemia. Un sector que trabaja incansablemente para alcanzar la plena integración de las personas con discapacidad, para invertir en salud, investigación, cultura y educación de los colectivos más diversos, para reducir la brecha social y digital, facilitar el acceso a estudios de postgrado en las universidades más prestigiosas del mundo y fomentar la innovación y para fortalecer la cooperación internacional y defender el medioambiente y el desarrollo sostenible”.

Para la AEF, si los partidos políticos buscan un nuevo contrato social, hay que contar con las miles de fundaciones y asociaciones que existen en nuestro país que integran y representan a colectivos tan diversos y plurales como los que forman la sociedad española. Se ha avanzado mucho en los últimos 40 años y existe el riesgo de dar pasos atrás. El interés general no es monopolio del Estado ni de los partidos políticos, como a veces se pretende, y las aportaciones de los ciudadanos lo único que pueden hacer es mejorar el Estado de bienestar.

“La filantropía, el amor al género humano, es inherente a los seres humanos. Filántropos o filantrópicos somos todos si entendemos la filantropía como una virtud o una tendencia natural a dar, a ayudar, a cooperar, que no está ligada a la capacidad económica. La razón que mueve a los filántropos, a cualquier persona, a realizar actividades filantrópicas, es tan sencillo como dar algo que considera bueno y necesario que está a su alcance, a los demás, a la sociedad. Esto es lo que mueve a los donantes de todo tipo, desde quienes hacen aportaciones modestas con mucho esfuerzo a quienes realizan aportaciones millonarias”, asegura Nadal.

El sistema de protección de menores, la atención a las emergencias sociales, el sistema de becas, la atención a los colectivos vulnerables, a las personas con discapacidad, por ejemplo, no se entenderían sin la labor de las fundaciones y asociaciones, que llevan muchos años trabajando con las administraciones sin erosionar el Estado de Bienestar sino fortaleciéndolo.

El derecho de fundación para fines de interés general y el derecho de asociación son derechos de libertad que sustentan la defensa de los intereses de la sociedad.

La filantropía está recibiendo cada día mayor respaldo institucional. El Dictamen sobre la Filantropía Europea: un potencial sin explotar, del Comité Económico y Social Europeo, recomienda a los Estados miembros que reconozcan la filantropía como una forma de compromiso y participación de la sociedad, que creen un espacio para la filantropía y colaboren con los agentes filantrópicos. Considera que mejorando la capacidad y la complementariedad de las organizaciones filantrópicas para satisfacer necesidades reales de las personas vulnerables se contribuirá a mejorar y reforzar el estado del bienestar.

El golpe que la crisis del covid-19 ha asestado en todo el mundo ha sido y sigue siendo profundo y doloroso y lo habría sido aún más de no ser por la inmensa ola de solidaridad que recorrió cada rincón del planeta, incluida España. Ha sido el esfuerzo colectivo el que ha conseguido que las consecuencias sociales de la pandemia no hayan sido peores. A la vista del reguero de necesidades que ha dejado el Covid-19, no es tiempo de cuestionar el altruismo sino de animar a cada uno de nosotros a practicarlo desde sus pequeñas o grandes posibilidades. •••