El número de personas con discapacidad en edad laboral (16-64 años) ronda los 1,58 millones, que supone el 37% de todas las personas con discapacidad. En torno a dos de cada tres personas con discapacidad desempleadas utilizan los contactos personales como principal medio para encontrar un empleo, mientras que solo dos de cada cinco afirman recurrir al SEPE.

 

La integración de las personas con discapacidad en el mercado de trabajo dista de ser satisfactoria en España. Según la última Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia (EDAD-2020) del Instituto Nacional de Estadística (INE), analizada por Funcas, el número de personas con discapacidad en edad laboral (16-64 años) ronda los 1,58 millones, lo que representa el 37% de todas las personas con discapacidad (4,32 millones). Si bien es una cifra más alta que la que arrojó la EDAD-2008 hace algo más de una década (1,47 millones), la tasa de prevalencia de personas con discapacidad sobre el total de la población en edad laboral se mantiene en torno al 5%.

Los indicadores clave del mercado de trabajo evidencian la pobre integración de las personas con discapacidad en España: su tasa de actividad asciende a 33,5%, 40 puntos porcentuales por debajo de la tasa de actividad de toda la población; su tasa de empleo (23,4%) representa aproximadamente un tercio de la observada en la población general (62%), en tanto que su tasa de paro (30,2%) dobla la de la población total (15,6%).

La mayoría de las personas con discapacidad en edad laboral que no han trabajado nunca alegan como razón de su inactividad la propia discapacidad (así lo hacen el 53,1% de las mujeres y 75,2% de hombres). Pero es posible que algunas personas con discapacidad sean inactivas por haber desistido de buscar trabajo, bien porque lo han intentado repetidamente sin éxito, bien porque, anticipando el fracaso, no toman la decisión de hacerlo.

En cuanto a las personas con discapacidad no ocupadas que quieren trabajar (84.100 mujeres y 76.200 hombres), cabe preguntarse cómo buscan empleo. Según la EDAD-2020, el 64,1% de esas personas utilizan los contactos personales como principal método para encontrar un puesto de trabajo, una proporción considerablemente más elevada que la de aquellos que afirman recurrir a los servicios públicos de empleo (SEPE) (40,5%). La preferencia por los amigos y familiares en la búsqueda de empleo es lógica, dado que resulta más prometedora: el 38,5% de las personas con discapacidad que tienen empleo afirman haberlo encontrado a través de contactos con familiares y amigos, mientras que solo el 4,5% de ellas lo encontraron mediante el SEPE.

Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer por la integración laboral de las personas con discapacidad. Dos retos aparecen con claridad: (1) reducir al máximo el grupo de los inactivos por “desistimiento” o “anticipación de fracaso” en la búsqueda de empleo (un colectivo de magnitud hoy día desconocida, pero previsiblemente numeroso), y (2) ayudar a encontrar empleo a aquellas personas con discapacidad que desean trabajar, de manera que el paro en este colectivo se reduzca significativamente. •••