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El Programa de Recuperación de Patrimonio Natural de la Fundación Banco Santander lleva 15 años ayudando a especies amenazadas.

Qué tienen en común la tortuga boba, el águila imperial, el oso pardo o el quebrantahuesos? Todas estas especies atraviesan momentos delicados que requieren de la intervención humana para salvaguardar sus hábitats y asegurar su supervivencia entre  nosotros. La Fundación Banco Santander celebra los 15 años de su programa de Recuperación de Patrimonio Natural. Han impulsado 25 proyectos que han beneficiado a los animales mencionados, pero también a los olivos centenarios de Las Garrigas (Lérida), a las dunas de la costa de la Comunidad Valenciana o a los puntos de agua de la sierra gaditana de Grazalema.

“Desde 2004, la Fundación ha llevado a cabo la rehabilitación y restauración de diferentes espacios naturales degradados, seleccionados por su alto valor ecológico, y ha desarrollado diversos proyectos dirigidos a la conservación de especies animales y vegetales en peligro”, explica a Consejeros Álvaro Ganado, responsable de Medio Ambiente en Fundación Banco Santander. Estos proyectos se ejecutan siempre en terrenos de titularidad pública o propiedad de organizaciones sin ánimo de lucro, en colaboración con las administraciones correspondientes y de la mano de entidades no lucrativas dedicadas a la protección del medio ambiente y la biodiversidad. De hecho, son siempre éstas últimas las encargadas de la ejecución material de los respectivos trabajos de campo.

Actuaciones en cifras 2018

millones de euros en 10 años

Proyectos desarrollados

Manuales de desarrollo sostenible

Cuadernos de sostenibilidad y parimonio natural

Recuperando la vida

“Nos planteamos tres objetivos: recuperar directamente espacios degradados de gran valor natural; ayudar a especies animales o vegetales en peligro de extinción o amenazadas y añadir a cada proceso de recuperación un valor demostrativo que pueda ser utilizado por terceros en otras restauraciones, para lo que, en cada ocasión, se publica un Manual de Desarrollo Sostenible”, añade Ganado.

Este programa ha invertido 2,5 millones de euros en 10 años. “Las especies beneficiadas han sido tanto fauna animal, como en el caso de la recuperación del quebrantahuesos en el Parque Nacional de Picos de Europa o del águila imperial Ibérica en el Parque Nacional de Doñana y la conservación de tortugas marinas en la costa catalana; vegetales como la recuperación forestal y agrícola en la reserva biológica de La Trapa en Andratx (Mallorca) o la restauración de las turberas de Roñanzas en Llanes (Asturias)”, dice Granado.

Llama especialmente la atención el de las tortugas marinas. Por un lado se ha llevado a cabo un estudio de reproducción asistida en cautividad. También se ha hecho un seguimiento vía satélite de los cinco ejemplares reintroducidos en su medio para así conocer su distribución y migraciones.

En paralelo, se ha promovido una campaña de sensibilización al sector pesquero, ya que la pesca accidental es la principal causa de regresión de las tortugas. Se ha puesto el foco en la pesca de arrastre en el delta del Ebro, única zona en todo el litoral español en la que está permitida esta técnica a menos de 50 metros. Además, se ha diseñado también una cámara hiperbárica especial para tortugas para que los pescadores, en caso de pesca accidental de un ejemplar, puedan salvarlo introduciéndolo en esta cápsula. Y es que, fruto de este proyecto, se ha descubierto que la principal causa de muerte de estos ejemplares amenazados es el síndrome descompresivo o embolia gaseosa, el mismo que sufren los buzos si ascienden demasiado rápido a la superficie.

La Fundación anima a las entidades de defensa del medio ambiente a que les presenten sus proyectos en mayo y junio. Las propuestas elegidas en septiembre deben enviar en octubre su plan de trabajo. Después, se hace un seguimiento del proyecto en cada zona. “Creo que la sociedad es consciente de la necesidad de no romper [un eslabón de la cadena trófica], sabe cuáles son sus consecuencias. Sin embargo, para una gran parte de la población supone un problema menor. Quizá utilizando mecanismos adecuados como la sensibilización educativa en la escuela se podría mejorar esta cuestión en individuos adultos”, subraya Granado. •••