La tasa de abandono temprano de la educación en España se sitúa en el 13,2% -según los últimos datos, correspondientes a la media de los tres primeros trimestres de 2024-, la segunda cifra más alta de la UE, solo por detrás de Rumanía (16,6%). La tercera peor es la de Alemania, con un 12,8%. Aunque el porcentaje español ha registrado una leve mejoría respecto al 13,7% de 2023 y al 13,9% de 2022, el progreso ha sido lento en los últimos años y la cifra aún está lejos del objetivo de la UE establecido en el 9% para 2030. “El abandono educativo temprano sigue siendo uno de los mayores desafíos para el sistema educativo en España, por su impacto individual en las trayectorias de vida de los jóvenes y también por sus implicaciones en el desarrollo económico, social y cultural del país”, ha explicado hoy Ismael Sanz, director del área de Educación de Funcas, con motivo de la presentación del documental EXIT, abandono escolar, producido por Funcas y realizado por Deer Watson Films.

Desde una perspectiva histórica, España ha logrado una notable reducción en la tasa de abandono educativo temprano, pasando del 30,9% en 2002 al 13,2% en los tres primeros trimestres de 2024. Sin embargo, en los últimos años, la convergencia con la media europea se ha ralentizado. Esta brecha histórica se explica en parte por factores estructurales, como el menor desarrollo inicial del sistema educativo y las desigualdades regionales. “La dificultad para reducir el abandono escolar por debajo del umbral del 13%-14% demanda la implementación de nuevas medidas educativas”, ha apuntado Sanz.

Entre los factores principales del abandono se identifican circunstancias familiares complicadas, dificultades económicas y la percepción de falta de utilidad en la educación. Muchos adolescentes sienten que lo que se les enseña carece de relevancia o interés para su vida. En algunos casos, la falta de apoyo adecuado a adolescentes y jóvenes con diagnósticos de dislexia o TDAH agrava el riesgo de abandono.

El problema del abandono escolar afecta en especial a estudiantes de entornos desfavorecidos, que se enfrentan tanto a la falta de referentes educativos como a barreras socioeconómicas. La probabilidad de que un joven abandone sus estudios es 14 veces más elevada cuando su madre solo ha completado la educación primaria (34,1%) en comparación con aquellos cuya madre ha completado estudios superiores (2,4%). También presentan unas mayores tasas de abandono escolar los jóvenes de origen inmigrante y los varones. “El abandono escolar sigue reproduciendo desigualdades socioeconómicas, pero también se transforma: hoy, los hombres lideran las tasas de abandono escolar”, apunta María Miyar, directora de Estudios Sociales de Funcas.

Reducir la tasa de abandono escolar es importante no solo por sus efectos sobre la inserción laboral y la consolidación del empleo. Las personas que han alcanzado niveles formativos inferiores a Bachillerato o FP de grado medio tienden a mostrar a lo largo de su vida tasas más bajas de participación social, pero también a sufrir más problemas de salud o cumplimiento de la ley, entre otros factores que trascienden la educación formal. A nivel agregado de país, el abandono temprano se asocia con menores tasas de crecimiento económico, menos ingresos fiscales, mayor desempleo y, en consecuencia, mayor demanda de prestaciones sociales, además de gastos más elevados en sanidad pública o en recualificación profesional del capital humano.

“En estos tiempos en los que algunas personas con débiles trayectorias educativas consiguen convertirse en líderes de opinión a través de las redes sociales, cobra todavía más importancia explicar a los jóvenes las nefastas consecuencias del abandono educativo temprano para encontrar empleo y poder alcanzar un nivel de rentas que permita desarrollar un proyecto de vida autónoma y satisfactoria”, señala Elisa Chuliá, investigadora de Funcas.

El rol de los profesores cobra especial importancia a este respecto. Los expertos demandan una estrategia integral que incluya apoyo emocional, orientación vocacional desde edades tempranas, entornos inclusivos y políticas educativas que impulsen un aprendizaje sustantivo y flexible. En la colaboración entre escuelas, familias y jóvenes reside una de las claves para lograr una educación que prepare a las nuevas generaciones para incorporarse al sistema productivo en puestos adecuados a su cualificación y desarrollar una vida plena y activa en la sociedad. Pero también los gobiernos y los gestores educativos han de comprometerse con estos objetivos movilizando y asignando de manera eficiente los recursos.

Entre las medidas que pueden ayudar a bajar la tasa de abandono escolar, los expertos citan reducir la ratio alumno por clase, sobre todo en etapas tempranas, para aumentar la atención individualizada y mejorar el aprendizaje; incentivar a profesores experimentados para que ejerzan labores docentes en centros educativos de zonas vulnerables; acompañar mediante tutorías a pequeños grupos de alumnos ofreciéndoles una educación personalizada; estimular la implicación de los padres en la educación de sus hijos; orientar a estudiantes y familias sobre los beneficios a largo plazo de la educación e implementar una oferta más amplia y flexible de FP.