INFORME
101 FUNDACIONES • anuario 2020
ENTREVISTA
“Es de justicia que las fundaciones accedan a los fondos europeos para la reconstrucción”
Javier Nadal,
presidente de la Asociación Española de Fundaciones (AEF)
“Saldremos de esta crisis con más fuerza que el conjunto de la economía”
El tercer sector, el integrado por las entidades sin ánimo de lucro, cuenta en España con unas 9.000 fundaciones activas. Entre todas ellas dan trabajo a 240.000 personas, cuentan con unos ingresos de unos 7.500 millones de euros y tienen unos activos valorados en 22.000 millones de euros. Con esos recursos atienden a fines de interés general y alcanzan a unos 35 millones de beneficiarios. Justo cuando estas instituciones habían superado la crisis anterior -incluso a mejor ritmo que el resto de sectores económicos- la pandemia vuelve a truncar muchos proyectos. “Hemos demostrado gran flexibilidad, hemos hecho mucha gimnasia y demostrado gran capacidad de adaptación para atender las nuevas necesidades que van surgiendo en la sociedad”, nos reconoce en esta entrevista Javier Nadal. Para el presidente de la Asociación Española de Fundaciones (AEF), “es de justicia que en el proceso que se está abriendo de negociación de los fondos europeos haya espacio para la participación de las fundaciones como parte de la sociedad civil”.
¿Cómo está impactando la pandemia en el tercer sector?
Hay mucha preocupación. En la primera ola, en un primer momento, un 50% de los responsables de fundaciones manifestaba haber tenido muchos problemas. Pensemos por ejemplo en un centro cultural o social que se vio obligado a cerrar por el confinamiento. Pero al final de esa primera ola, el 85% de las fundaciones reconocía haberse adaptado a la nueva situación. Se ha notado que llevábamos dos años avanzando en transformación digital y, ante la sorpresa del cierre forzoso, hemos visto que estábamos mejor preparados tecnológicamente de lo que pensábamos al principio.
¿La segunda ola les ha pillado por sorpresa?
Ahora hay más incertidumbre que al final de la primera ola. Pensábamos que íbamos a pasar la primera ola, que llegaría el verano y que en otoño ya íbamos a poder trazar un nuevo plan estratégico. Sin embargo, la segunda ola nos ha pillado por sorpresa y no sé por qué. Esto ha hecho que aumente la incertidumbre. No sabemos aún cómo acabará. Tenemos la esperanza de que volveremos a salir. En 2008 también hubo una caída muy importante y nos recuperamos aún mejor o más deprisa que el resto de la economía. Eso es lo que esperamos que ocurra ahora. Como sociedad, no hemos tenido la capacidad de valorar el riesgo. Este rebrote excesivo nos ha superado. Fuimos demasiado optimistas quizá en las previsiones.
¿Están preparadas las fundaciones y las asociaciones para este nuevo envite?
Preparados estamos. El sector de las entidades no lucrativas es resiliente y lo sabe hacer. El sector fundacional, ya en la crisis de 2008, tuvo un comportamiento anticíclico. Cuando toda la economía perdía empleo, nosotros pasamos de 180.000 empleados, antes de la crisis, a 240.000 empleos. Hubo dos años de pérdida y en seguida se recuperó. Durante la primera fase de la pandemia hemos visto que aproximadamente el 60% de empresas había reducido empleo, mientras que el 70% de las fundaciones no lo habían reducido.
“Durante la primera fase de la pandemia, el 60% de empresas redujeron empleo y el 70% de las fundaciones no lo redujeron”
Un primer informe de la AEF adelanta que la crisis va a afectar a la financiación de las fundaciones…
Se van a perder recursos financieros y eso nos va a afectar. Como ya sucedió en la anterior crisis, el impacto será mayor el año próximo, en 2021, porque en 2020 la mayoría de las fundaciones tienen comprometidos los ingresos que van a recibir de los donantes, de los convenios, de otros apoyos… Pero el próximo ejercicio, y los siguientes, sufriremos el deterioro que la crisis haya causado en nuestras fuentes clásicas de financiación: ya sean las rentas del patrimonio, las aportaciones de empresas que tengan dificultades para pagar dividendos, los de personas físicas… Todas van a sufrir. El Covid-19 ha sido un acelerador de tendencias que ya estaban en marcha, como la transformación digital.
La flexibilidad es un valor en alza en situaciones como ésta…
Desde luego que sí. Muchas fundaciones han tenido que modificar las actividades que estaban realizando y redirigirse a otros colectivos para atender otras necesidades. La verdad es que hemos hecho ya mucha gimnasia y las fundaciones somos realmente flexibles para adaptarnos a lo que la sociedad demanda en cada situación.
Y como sucedió también en la crisis de 2008, entendemos que las fundaciones se encuentran con menos recursos y con mayor número de beneficiarios. ¿Cómo cuadrar el círculo?
Correcto. Eso es así. Todas las fuentes de ingresos tradicionales van a tener algún problema y de todas vamos a tener malas noticias, mientras que aparecen nuevas necesidades que atender. Trabajaremos por encontrar nuevas vías de financiación. La experiencia de 2008 nos demostró que era posible. Esa es la esperanza.
¿A qué nuevas fuentes se puede recurrir?
La volatilidad de los mercados afecta a la gestión de los patrimonios y la crisis económica afecta a los beneficios de las empresas, pero simultáneamente aparecen nuevas oportunidades en esos mismos ambientes. Cada vez es más frecuente debatir sobre conceptos innovadores como la ‘inversión de impacto social’ que invita a unir los objetivos de rentabilidad económica y social a la hora de decidir las inversiones, y esto abre nuevas oportunidades de financiar las actividades de muchas fundaciones en el medio plazo. Y también entra en ese escenario la posibilidad de acceder a los fondos europeos.
¿Tienen las fundaciones ahora la impresión de estar haciendo el trabajo que correspondería a las Administraciones?
En la anterior crisis también hubo muchas fundaciones que para poder atender las demandas sociales que surgieron tuvieron que consumir parte de sus reservas, para atender necesidades a las que la Administración no llega. Luego, con grandes esfuerzos, se han ido recuperando una parte de esas reservas. Por eso es de justicia que en el proceso que se está abriendo de negociación de los fondos europeos, haya espacio para la participación de las fundaciones. En los fondos europeos hasta ahora apenas se ha participado.
¿Por qué puede producirse ese cambio?
Los fondos que actualmente se discuten, en el entorno de la COVID y reconstrucción, es la propia Comisión Europea la que apela a la cooperación público-privada. Se hacen llamamientos a que las administraciones consulten y tengan en cuenta a la sociedad civil que es un actor importante en estas actividades, y ahí estamos las fundaciones, junto a otras entidades. Desde que se constituyó la comisión de reconstrucción en el Congreso, estamos trabajando y aportando documentos para que las fundaciones puedan acceder a los fondos de reconstrucción. Estamos lejos de un final feliz, pero creo que es una línea que se va a abrir y en la que tenemos que estar presentes. Estamos avanzando y haciendo contactos para no perder esta oportunidad.
¿Las fundaciones del resto de Europa también están en esa pelea?
Sí, claro. Aquí trabajamos muy coordinados con Europa.
En cambio, no hay avances en cuanto al Estatuto Europeo para armonizar la actividad de las fundaciones en la UE…
Es cierto, pero se ha producido un cambio de estrategia que va a dar frutos. Hasta ahora, buscábamos un estatuto europeo de fundaciones, que no prosperó, y que, la verdad, no hubiera sido la mejor solución. Ese estatuto simplemente perseguía que si una fundación quería trabajar en varios países pudiera hacerlo sin demasiadas dificultades. Si vemos las fundaciones como un sector económico, resulta que somos el único sector que, después de tantos años de la Comunidad Económica Europea y luego de la UE, aún no es un sector europeo. Se han abierto las fronteras para las personas, para los capitales, para las empresas, pero las fundaciones siguen con sus fronteras, como si la UE no existiera para ellas. Desde Dafne y el Centro Europeo de Fundaciones estamos poniendo de manifiesto la injusticia de que las libertades básicas que constituyen la razón de ser de la UE, no son vigentes para las fundaciones y la filantropía. Por esa vía está calando el mensaje y empezamos a tener audiencia en los foros e instituciones europeas. Y de ahí que en los documentos de los fondos de reconstrucción aparezca la invitación a que participe la sociedad civil.
Ya era hora…
Los conceptos que nosotros manejamos están entrando en el núcleo duro de la economía. Si entran los conceptos, detrás entrarán los agentes. Sin hacernos ilusiones de que pueda ocurrir en brevísimo plazo, lo importante es abrir una brecha. Luego llegará la integración como cualquier otro sector.
¿Esa falta de integración puede deberse a regímenes fiscales distintos para las fundaciones? En Francia por ejemplo, las deducciones llegan al 70% y aquí no pasan del 40% en el mejor de los casos…
No tanto, también el régimen fiscal de las empresas es distinto de un país a otro. No es algo en lo que la UE esté muy avanzada. Existe incluso competencia fiscal entre los países miembros. Si no se ha armonizado en el mundo empresarial, es difícil alcanzarlo en las fundaciones. De hecho, el IVA es el único impuesto en el que se ha alcanzado un grado importante de integración, pero no en sociedades, donde hay tanta competencia que a veces raya en lo desleal. Aspiramos a una Europa sin fronteras también para las fundaciones, aunque siguiéramos con regímenes fiscales distintos.
¿Cree que la pandemia va a provocar una nueva ola de fusiones entre fundaciones?
Creo que sí, y además es conveniente. Pero tampoco es la única solución de crecer. De esta crisis estamos aprendiendo la necesidad de una mayor colaboración. Se han creado iniciativas de cadenas de solidaridad y se ha reforzado la necesidad de crecer juntos, de fortalecer el tejido. Una vía para ello es la fusión, por el ahorro de costes que supone y la mejora en la eficiencia. Eso no significa que no tenga que haber fundaciones pequeñas, que es de donde muchas veces surgen ideas innovadoras. Es importante que haya pequeños y grandes. Por otra parte, si queremos acceder a fondos europeos, nos conviene tener actores un poco más importantes.
Las fundaciones ligadas a empresas que se han tenido que acoger a ERTEs van a ver reducidos drásticamente sus fondos al no poder repartir dividendos mientras se beneficien de estas ayudas del Gobierno. ¿Han valorado su impacto?
Es un motivo de preocupación. Pensemos que, para nosotros, del conjunto de los ingresos, un 30% viene de donaciones de empresas y en buena parte por los beneficios y los dividendos. Esa reducción es una espada de Damocles que tenemos encima.
¿Se plantean pedir una excepción?
No por ahora. También hay que ser optimistas y pensar que muchísimas empresas entraron en ERTEs, pero también muchas han salido y la recuperación por esa vía del empleo ha sido muy positiva. Vamos a ver cómo termina el ejercicio y cómo evoluciona todo.
¿Qué papel está asumiendo la AEF en este nuevo escenario inesperado?
También hemos aprendido mucho en esta fase. Durante la pandemia, la AEF ha crecido en aproximación a los socios. Estoy muy orgulloso de cómo ha reaccionado la AEF. Nos dimos cuenta desde el primer día de que estábamos todos encerrados, pero al mismo tiempo teníamos a todas las fundaciones a la distancia de un clic. Hicimos un esfuerzo por contactar con todos y hacer cientos de reuniones y ayudar a quienes se hubieran quedado encerradas sin contacto o pensando en no hacer nada para ponerse en marcha, crear grupos de cooperación, saber cómo estaba cada cual y sus dificultades… Lo que arrancó como una actividad informativa se convirtió en una cadena de solidaridad con más de 300 iniciativas de apoyo mutuo, como un plan para atajar la brecha educativa con el reparto de 6.000 tablets para los alumnos más desfavorecidos, para que no perdieran el curso…
Quizá es complicado de resumir, pero ¿cómo hubiera sido la crisis de no haber existido las fundaciones?
Es algo difícil de evaluar, pero es un impacto notable. En situaciones normales, sin crisis, el papel de las fundaciones es mucho mayor del que la gente piensa. Todos conocen alguna fundación, pero no son conscientes del impacto de nuestras acciones. Ahí tenemos que hacer un esfuerzo mayor para poner en valor ese trabajo. El impacto por ejemplo en el mundo educativo con las becas, en el social con los cuidados de la salud, en el cultural no digamos… Las fundaciones hemos aprendido que realmente somos un tejido y muy capilar, que estamos presentes en todos los sitios y que llegamos a situaciones complejas con facilidad.
El año pasado, una de las grandes metas de las fundaciones españolas era contribuir a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU. ¿Qué se ha conseguido hasta ahora? ¿El Covid-19 está frenando este impulso?
Los ODS los conocemos todos, pero las fundaciones en el fondo no eran muy conscientes de que ellas estaban trabajando por los ODS. Cuando uno se pone a mirar, casi todas las fundaciones se pueden encuadrar en uno de los ODS. Pusimos los ODS en primera línea y eso sirvió para que las fundaciones fueran conscientes de que estaban ahí en esa agenda de las Naciones Unidas. Las fundaciones han tomado conciencia de que esa agenda mundial era ya nuestra agenda desde antes. Está en el ADN. Aquella agenda de la ONU era ya nuestra agenda.
La iniciativa Fundaciones por el clima, ¿es un catalizador de la campaña de los ODS?
Queremos consolidar uno de los objetivos más importantes de los ODS, que es la lucha contra el cambio climático. Y no retóricamente, sino sobre todo a través de un compromiso de siete pilares y líneas para comprometer recursos y hacer una agenda de trabajo. Y ahora curiosamente, con los fondos europeos, vemos que los fondos quieren integrar esa filosofía para la recuperación: la transición energética y la transformación digital. Si el año pasado la agenda de los ODS sirvió para ser conscientes de que la agenda mundial es nuestra; ahora la agenda europea para repartir gran parte de los fondos también es nuestra.
Otra de las cuestiones que preocupa es la valoración del filántropo. ¿Se ha avanzado en este terreno? ¿Qué más se puede hacer?
Es una cuestión cultural difícil. El filántropo en España tiene esas dificultades de comprensión que a veces nos parecen injustas. Pero también esta crisis está poniendo las cosas en su sitio y los filántropos están apareciendo de forma más transparente y se está viendo cómo su papel en la crisis está siendo muy activo. Desde el año pasado al actual habrá cambiado poco, pero se va consolidando. El filántropo es la base de las fundaciones patrimoniales, es un tema muy importante.
“Esta crisis está poniendo las cosas en su sitio y se está viendo el papel activo y transparente de los filántropos”
¿Las mejoras fiscales están totalmente aparcadas? ¿Ven alguna posibilidad de plantear mejoras?
Este año no toca. Ni el Gobierno está planteando reformas fiscales en sus presupuestos. Es un objetivo de largo plazo que está ahí. Creo que iremos avanzado. Este año tendremos que dedicarlo a otras cuestiones.
¿Hay nuevos datos sobre el impacto que está teniendo la fórmula del micromecenazgo? ¿No se hacen campañas para que el ciudadano conozca cómo funciona?
Un informe de la Airef sobre la pertinencia de las políticas fiscales ha analizado el impacto de la fórmula del micromecenazgo. Se concluye que ha habido un incremento, aunque no espectacular. Los informes internacionales nos dicen que no hay que fiarlo todo al impulso fiscal. Las medidas fiscales afectan en un 20% en la propensión a donar. Me parece razonable. No porque de pronto aumentemos al doble las desgravaciones fiscales aumentaremos al doble las donaciones. Muchas veces los filántropos o los micromecenas no se fijan en el impacto fiscal, sino que hay otros conceptos. El 10% de las donaciones procede de personas físicas. Ese porcentaje es muy pequeño con respecto a otros países. Tenemos que conseguir que aumente la base de donantes y ahí influye no solo el régimen fiscal, también conceptos como compromiso y solidaridad. Además sirve para generar sociedad civil. La transparencia en el uso de los recursos y una mejor comunicación, también incrementa el número de donantes.
Se lamentaba el año pasado en este mismo anuario el director general de la AEF, Silverio Agea, de la falta de un protectorado fuerte. Reclamaba una especie de CNMV de las fundaciones. ¿Se ha avanzado algo?
Nuestro objetivo principal es conseguir un protectorado de mayor nivel, con independencia, que sea como una agencia que haga crecer el tercer sector, que sirva de interlocutor fuerte con el sector. No hemos avanzado nada en eso. No desesperamos, pero lo vemos complejo. Tenemos que hacernos entender. El protectorado no está a la altura de lo que necesitamos. El órgano merece un mejor tratamiento administrativo. Un órgano que aspire a ser como la CNMV o la CNMC.
Al margen de la pandemia, ¿cuáles son los próximos retos del sector en España?
Son varios, pero todos ellos pueden resumirse en fortalecer el sector, hacerlo crecer. Lo primero sería mejorar la legitimidad y la visibilidad del sector no lucrativo. Tenemos que explicar mejor lo que hacemos, este es un problema de todo el sector. Tenemos que ser más transparentes. Un sector que vive de la aportación de otros necesita una reputación y legitimación social y eso se consigue con una mejor explicación y visibilidad. El segundo reto va dirigido a crecer como tejido con nuevas iniciativas que están surgiendo como la economía verde, que también afecta al sector productivo. Tenemos que crecer no solo como sector fundacional, también como sector insertado en un ecosistema mayor. Tenemos que estar donde las cosas ocurren. El tercer reto es la sostenibilidad y eso depende de los recursos. Van a descender los recursos clásicos y en los próximos años habrá problemas para mantenerlos, por lo que tenemos que encontrar nuevas fórmulas para buscar recursos. Y finalmente, en ese conjunto de acciones, tenemos que plantearnos crecer como proceso de transformación. •••
>>LF
PERFIL
Javier Nadal,
presidente de la Asociación Española de Fundaciones (AEF)
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Amante de la montaña, el campo y el senderismo, Javier Nadal (Ribagorza, Huesca, 1949) nos habla desde su retiro en la localidad serrana de Cercedilla (Madrid). Allí lleva desde que confinaron a toda la población el pasado mes de marzo, pero manteniendo un contacto continuo y participando de la actividad de las fundaciones.
Antes de presidir la Asociación Española de Fundaciones, cargo que ostenta desde 2011, había desarrollado una exitosa carrera en el sector de las telecomunicaciones.
Como vicepresidente de la Fundación Telefónica, puso en marcha proyectos tan destacables y de alto impacto social como el programa Proniño, para erradicar el trabajo infantil de América Latina, y también tuvo mucho que decir en la constitución del Espacio Telefónica.
Antes de pasar al mundo no lucrativo, este ingeniero de telecomunicaciones fue director general de Telecomunicaciones, delegado del Gobierno en Telefónica y presidente del consejo de administración del ente público Retevisión. Venía de presidir Telefónica en Argentina y Perú y de ser el máximo responsable de regulación de Telefónica Internacional. •••
Javier Nadal
Presidente de la Asociación Española de Fundaciones (AEF)
“El Covid-19 ha sido un acelerador de tendencias que ya estaban en marcha, como la transformación digital”