«Retrato de Olga en un sillón» (1918) de Pablo Picasso.
> 19 junio – 22 septiembre 2019
> Fundación Bancaria ‘La Caixa’
> Madrid
En 1917, Pablo Picasso tenía 36 años y hacía dos que había concluido su última relación sentimental con una joven llamada Eva Gouel, fallecida de forma prematura. El genial pintor se encontraba en Italia trabajando como scenógrafo de Serge Diaghilev, el conocido promotor de los ballets rusos. Estaban entonces con ‘Parade’, de Erik Satie, y por las noches solían salir todos juntos a tomar algo. Fue así como el genial malagueño conoció a la bailarina Olga Khokhlova, 11 años menor. Con ella se casó un año más tarde en París; tuvo en 1921 a su primer hijo, Paulo; y, aunque se separaron en 1935, nunca disolvieron el vínculo hasta la muerte de ella en 1955. Ahora, hasta el 29 de septiembre, el centro Caixaforum que la Fundación Bancaria ‘La Caixa’ tiene en Madrid dedica una amplia exposición -Olga Picasso- a una relación que traspasó con mucho el amor (y el desamor) al lienzo. Son en total 350 obras, entre pinturas, dibujos, fotografías y material documental (también audiovisual de la pareja), que nos permiten conocer muy de cerca aquella relación.
De seguir así, esto podría parecerse más a una crónica sentimental y rosa que a un comentario sobre una propuesta artística. Sin embargo, cualquiera que tenga la oportunidad de acercarse por la muestra, organizada con el Museo Nacional Picasso-París, entenderá por qué son tan importantes estos detalles. Uno de los comisarios, Joachim Pissarro, explica cómo Olga “sigue siendo uno de los personajes más enigmáticos y, al mismo tiempo, más emblemáticos de la vida del artista. Delicada y frágil, de rasgos regulares en algunos de sus retratos, la personalidad de Olga se nos escapa en su propia forma de posar para ellos”. Por su parte, el presidente del Museo Nacional Picasso-París, reconoce que esta iniciativa “nos cuenta la extraordinaria historia de Olga y, al mismo tiempo, arroja nueva luz sobre la obra de Pablo Picasso durante el periodo en el que convivieron”.
Y el deterioro
La manera en que la representa va cambiando también a medida que la relación se deteriora, con el cuadro ‘Gran desnudo sobre sillón rojo’ de 1929 como mayor símbolo de esa metamorfosis. La delicadeza de anteriores retratos se torna aquí en agresividad. Todo tiene su explicación: por aquel entonces, Picasso ya lleva dos años conociendo -y bastante a fondo- a su amante Marie-Thérèse Walter. Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación Bancaria ‘La Caixa’, describe así esta obra: “Olga no es más que un dolor y pena”. Y añade que, “en contraste al reconocimiento social de Picasso y al ascenso social de la pareja, la familia de Khokhlova se vio afectada por la crisis del Imperio ruso, tras los desastres de la Primera Guerra Mundial, y por la muerte del padre. El nacimiento de Paulo, hijo de Picasso y Khokhlova, en febrero de 1921, dio pie a numerosas escenas de maternidad, bañadas de una inocente suavidad”.
Aún así, un año más tarde, compraron juntos la fi nca de Boisgeloup, en Francia, conocida como el castillo. De aquella época nos ha hablado mucho también un baúl de viaje que Bernard, nieto de ambos, encontró en Boisgeloup. Éste se ha incluido en el recorrido por la exposición de Caixaforum. “En algunos de sus cajones había, entre otras cosas, fotografías conservadas dentro de sus sobres Kodak. Unas fotografías que contaban la historia de la vida de mi abuela: Olga con Picasso, Olga con mi padre, la infancia de mi padre, los viajes a Barcelona, a Montecarlo, el estudio de escultura de Boisgeloup… En otros cajones había cartas en francés y en ruso, atadas con fi nas cintas de seda rosa y azul. También había zapatillas de danza, tutús, un crucifi jo, una Biblia ortodoxa en ruso, efemérides y programas de ballet”. “Este baúl era, sin duda, el único bien personal que ella había conservado tras separarse de Picasso en 1935. Y yo enseguida fui consciente de que su estudio me permitiría conocer con mayor precisión su vida”.
Pese a su separación en 1935, ambos siguieron casados y ella acostumbraba enviarle cartas y fotografías. También los estudiosos de la obra de Picasso encuentran en su producción posterior la huella que le dejó la melancólica bailarina rusa. •••